Sobre el genio Miguel Angel, el autor de la obra

Sobre el David 0 848
Miguel Ángel: breve reseña biográfica del artista

Considerado un genio del arte, Miguel Ángel nació el 6 de marzo de 1475 en Caprese. Su capacidad escultórica queda patente desde muy joven. Solo hay que fijarse en la grandiosidad de obras como la Piedad, de 1496, y el David, de 1504, realizadas cuando apenas tenía 21 y 29 años respectivamente. Algunos especialistas lo comparan con artistas de la talla de Fidias, el escultor del Partenón, cuyas figuras son comparables en perfección a las que hiciera el toscano más de dos mil años después.

Pero no solo fue escultor. Fue también pintor, poeta, músico. En su obra Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores desde Cimabue a nuestros tiempos, Giorgio Vasari escribe de Miguel Ángel lo siguiente:

«Mientras que los espíritus industriosos y egregios se esforzaban con la luz del celebérrimo Giotto y sus seguidores por dar al mundo la prueba del valor que la benignidad de las estrellas y la mezcla proporcionada de humores habían concedido a sus ingenios y, deseosos de imitar con la excelencia del arte la grandeza de la Naturaleza, para alcanzar todo lo posible esa suma sabiduría que muchos llaman inteligencia, universalmente, se esforzaban en vano, el  muy benigno Rector del Cielo volvió los ojos con clemencia a la tierra, y al ver la vana infinidad de tantos esfuerzos, los muy ardientes estudios sin fruto alguno y la opinión presuntuosa de los hombres, más alejada de la realidad que las tinieblas de la luz, para resarcirnos de tantos errores se dispuso a mandar a la tierra un espíritu que universalmente en cada una de las artes y en todas las profesiones mostrase habilidad, que obrando por sí solo mostrase la complejidad de la ciencia de las líneas, la pintura, el juicio de la escultura, y las invenciones de la verdaderamente agraciada arquitectura.

Y, aparte de eso, quiso acompañarlo de la auténtica filosofía moral, del ornamento de la dulce poesía, para que el mundo lo eligiese y admirase como su más singular espejo en la vida, en las obras, en la santidad de las costumbres y en todas las acciones humanas, y que entre nosotros lo tuviéramos más por algo celeste que terreno.  Y como vio que en tales ejercicios y en esas singulares, es decir, en la pintura, en la escultura y en la arquitectura, los ingenios toscanos siempre han más elevados y grandes, más observantes de los esfuerzos y los estudios de todas las facultades que los del resto de Italia, quiso darle como patria  Florencia, dignísima entre las ciudades, para colmar finalmente en ella, como se merece, la perfección de todas las virtudes, por medio de un hijo suyo, y después de haber mostrado su gran y maravilloso origen con Cimabue, Giotto, Donatello, Filippo Brunelleschi y Leonardo da Vinci, no se podía sino creer que con el tiempo tendría que revelarse un ingenio capaz de mostrarnos perfectamente (gracias a su bondad) la infinita perfección del final» (VASARI, 1998: 367).

Con estas palabras comenzaba el arquitecto y escritor italiano la vida del artista de Caprese, lo que denota el asombro que generaban entre sus contemporáneos las obras que creaba en mármol, el material con el que más disfrutaba trabajando.

Su relación con los Médici

Hijo de Ludovico Buonarroti y de Francesca di Neri di Miniato del Sera, se convirtió pronto en protegido de Lorenzo de Médici (Lorenzo el Magnífico), que quedó fascinado con las figuras que realizaba el joven artista. Tras la muerte de este, vuelve a Caprese durante un tiempo hasta que el hijo de Lorenzo, Pedro, lo mandó llamar para pedirle sus servicios como escultor. Los problemas políticos que vivía la ciudad por culpa de la presencia del monarca francés en Italia y la mala relación que tenía con Pedro II determinaron que se marchara de Florencia rumbo a Roma. En la Ciudad Eterna esculpiría una de las joyas de su juventud: la Piedad. De vuelta a Florencia, una vez expulsados los Médici y reforzado el poder de la república, Miguel Ángel acometería otra de las piezas clave en su carrera: el David. Su fama era ya notable.

En la ciudad toscana no estuvo mucho tiempo. Al año siguiente de que se produjera el traslado de la escultura a la plaza de la Señoría, el papa Julio II lo llamó para que se encargara de las figuras de su mausoleo, pero el proyecto al final no se llevó a cabo. Para compensar el enfado del artista, el papa le pidió que decorase la Capilla Sixtina, una de las obras pictóricas más importantes del Renacimiento italiano. En 1536 pintó el famoso fresco del Juicio final. Por aquellos años compaginó su labor como pintor con su pasión por la poesía.

Pero, como ya hemos adelantado, Miguel Ángel también fue arquitecto. A partir de estos años cultivó también esta disciplina de manera destacada, como atestiguan varios ejemplos, entre ellos, la cúpula de la basílica de San Pedro.

La edad comenzó a pasarle factura y comenzó a padecer problemas vasculares que limitaron de manera importante su movimiento. El 18 de febrero de 1564 falleció en Roma el que es considerado uno de los genios más importantes de la historia del arte.

BIBLIOGRAFÍA

PIJOÁN, José (1991): «Renacimiento romano y veneciano. Siglo XVI», en Summa Artis, vol. XIV. Madrid: Espasa Calpe, pp. 167-192.

VASARI, Giorgio (1998). Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores desde Cimabue a nuestros tiempos. Madrid: Tecnos

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